Encerrados en la cerca, los jóvenes se arrojan por los aires, retorciéndose y girando en un lúdico y acelerado intento de escape, al principio de la gravedad y luego de su prisión. Logran varias proezas aparentemente imposibles, como aterrizar sobre las palmas de otro artista o correr por una mini plataforma inclinada en un ángulo pronunciado.
Un estado de secuela pura del caos post-creativo. Algo increíble ha sucedido... pero permanece curiosamente indefinido. Un acto de teeterboard desafía las alturas. Una energía frenética llena el laboratorio de performance cuando los fanáticos conocen por primera vez al Maestro y a la compañía salvajemente ecléctica a la que se unirán en esta emocionante aventura.
Tres acróbatas acompañados por las voces y ritmos de percusión de dos grupos de artistas reinventan la técnica de la báscula en un número donde la velocidad y complejidad van de la mano.
Este acto de fuerza y destreza acrobática se realiza tradicionalmente por hombres. En Dralion se lleva a cabo enteramente por mujeres. En principio el teeterboard es simple: dos artistas impulsan a una volante en el aire, donde realiza giros y volteretas antes de aterrizar en los hombros de una portera. El aterrizaje puede ser peligroso en verdad, porque en varias ocasiones la voladora debe aterrizar en la parte superior de una columna de tres, cuatro o cinco personas de alto.
Teeterboard lanza a los artistas al aire, donde ejecutan quíntuples saltos mortales con tirabuzón, y eso es solo el preludio, ya que los acróbatas hacen lo mismo a más de 9 metros sobre el escenario con unos zancos de metal sencillos y dobles sujetos a las piernas.
Entonces ellos van, uno tras otro en la báscula en una explosión de saltos y giros: Zigmunt Biegaj, Michael Barette, Jean Paul Seart-Boun, Luc Dagenais, Roch Jutras, Tonatiuh Morales, André St-Jean and Jean Saucier.
El coro cómico, siempre presente, siempre alegre, se ríe en el rostro del dolor de la humanidad. Con su energía, estos personajes que brincan son como un virus que contamina al mundo de Mystère con una locura infecciosa. Quizás saben lo que verdaderamente importa…
En un homenaje a la ingravidez, acróbatas presentan un acto que combina dos disciplinas: el Teeterboard y el Trampolín. Una ráfaga de vuelos cruzados, rebotes, giros y saltos atrevidos apoderándose del escenario.